Una gran sinfonía

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¿Alguna vez tuviste la sensación de que tu vida se va escribiendo sola, casi sin tu intervención, y que los puertos de destino (aun sin conocerlos) parecen haber estado prefijados en algún mapa invisible?

Tras investigar los mitos ancestrales de la humanidad, y observar el desarrollo de tantas vidas, Joseph Campbell advirtió lo mismo. Así lo cuenta en sus diálogos con el periodista Bill Moyers, reunidos en el libro «El poder del mito»:

«En su espléndido ensayo titulado Sobre la aparente intención en el destino de un individuo, Schopenhauer señala, que cuando uno llega a una edad avanzada y mira hacia atrás, su vida parece haber tenido un orden y un plan consistente, como si hubiera sido compuesta por un novelista. Sucesos que al ocurrir parecieron accidentales y de poca importancia resultan haber sido factores indispensables en la composición de una trama consistente. ¿Quién compuso esa trama? Schopenhauer sugiere que, así como nuestros sueños son compuestos por un aspecto de uno mismo del que la propia consciencia no tiene noticias, así también, nuestra vida entera es compuesta por una voluntad oculta en nuestro interior. Y así como personas que conociste de manera aparentemente accidental terminaron por convertirse en agentes protagónicos de tu vida, vos también habrás servido sin saberlo como agente, brindando sentido a las vidas de otros. Todo se engrana como una gran sinfonía, con cad cosa estructurando inconscientemente todo lo demás. Schopenhauer concluye que es como si nuestras vidas fueran las distintas pinceladas del gran sueño de un gran soñador, en el que todos los soñantes sueñan a su vez; de forma que todo está vinculado, movido por la gran voluntad de vivir que es la voluntad universal de la naturaleza.

Es una idea magnífica, una idea que aparece en la India con la imagen mítica de la Red de Indra, que es una red de gemas en la que, en cada hilo que se entrecruza con otro, hay una gema que refleja a todas las demás gemas. Todo nace en relación mutua con todo lo demás, de manera que uno no puede culpar a nadie por nada. Es como si hubiera una única intención detrás de todo, que siempre tiene una suerte de sentido, aunque ninguno de nosotros sepa cuál es ese sentido, ni haya vivido exactamente la vida que tenía planeada.»

¿Cuál podría ser ese argumento que tu vida ha ido dibujando, mientras te ocupabas diligentemente de tantas otras cosas? ¿Quiénes fueron los agentes protagónicos de ese destino que aguardaba para sorprenderte?

¿Qué clase de mito has sido dibujando, y cuál espera aun tu atención para desplegarse a pleno?

Puede que los grandes mitos universales se hayan resquebrajado bajo el peso de la modernidad, el choque de culturas, la visión cientificista de la vida. Pero a un nivel profundo, subterráneo, seguimos siendo animales míticos. La diferencia está en que los mitos son hoy, en gran medida, íntimos y personales.

Y así como hay una trama invisible, en la que todo ocurre como por designio, es posible conectar conscientemente con la trama, y tocar las cuerdas que más nos representan. De una forma u otra, construiremos un mito. Podemos elegir encarnar el mito heredado de nuestros padres, de las vivencias de la infancia, de «lo que se espera de nosotros» según nuestras coordenadas geográficas y culturales. O podemos atravernos a escuchar otra melodía, o incluso a descubrirla, operando calladamente en nuestras vidas, y dibujar una historia de misterio donde solo había rutina, o una épica de amor o aventura donde se preanunciaba recato y monotonía. «Sigue tu pasión», aconsejaba Campbell. Que es otra forma de decir: elige la verdadera trama de tu vida.

Fabiana Fondevila

Ilustración: patwasi